viernes, noviembre 26, 2010

RENACER

Un cerco separa la última línea de pavimento del baldío de 128 y 62. Unos alambres son esa frontera entre lo organizado y el rústico, entre el frío cemento y el paisaje marrón y verde.

Detrás del alambrado aparecen como viejas atalayas las talas que zigzaguean con sus ramas y mantienen en distancia a los intrusos gracias a sus espinas.

Sobre los árboles como vigía un benteveo da su típico grito al ver a algún pequeño que se acerca demasiado al terreno que tiene designado proteger.

Unos cardos se levantan como rosas del más bello jardín y con sus violetas flores y violentos pinchos decoran un terreno que a pesar de la sequedad llena el espacio de un verde xerofítico.

Algunas bolsas atrapadas entre las ramas se levantan como banderitas de tregua desgarradas por el tiempo, el sol y el viento.

Es en este baldío donde los pequeños se escabullen a batallar sus grandes guerras de imaginación, zambullidos en un onírico mundo que va ajeno al ajetreo que corre a un par de cuadras más allá.

Cada tanto entremedio del terreno se mueven sigilosamente una que otra rata, corren escapando de sombras sospechosas.

De pronto, el cielo gris, lleno de esperanzas para la tierra explota en un relámpago y hace tronar el polvo que estaba estacionado sobre las hojas de los arbustos.

Las primeras gotas revientas en el suelo dejando pequeños cráteres, que se multiplican sobre el sustrato, tantos que se mezclan y se confunden, el suelo gris toma un color oscuro y un aire dulzón y refrescante llena el aire.

Los zorzales festejan la llegada del agua y comienzan a cantar, las hormigas organizan las entradas de sus hormigueros levantando chimeneas que alejen las pequeñas corrientes que podrían inundar las galerías de sus colonias.

El terreno gris parece volver a la vida tras una lluvia intensa, pequeñas flores de colores que estaban escondidas bajo el polvo reaparecen como renaciendo en un desierto florido.

Algunas calandrias bajan en busca de insectos que extasiados por la lluvia salen a la superficie a aprovechar el fin de esa sequedad tan parecida al infierno.

Los niños huyen despavoridos a sus casas buscando refugio del agua y el baldío parece recordar una vitalidad extraviada entre el polvo y la basura.

22-12-12


Me quedé observando el reloj, son exactamente las 23.58 del 20 de diciembre de 2012, dentro de dos minutos sería el día del apocalipsis, el instante del fin según la astrología Maya.

En verdad, nunca fue un asunto que me preocupara, ni mucho menos algo que me quitara el sueño, pero, faltaban dos minutos para el plazo e indudablemente me encontraba en una espera angustiosa para que pasaran esos 120 segundos y saber la respuesta de la gran incógnita.

23.59

El tiempo pasaba irremediablemente lento, comencé a contar los segundos de manera regresiva: 30, 29, 28, 27, 26, 25.

Un sudor frío recorría mi frente.

24, 23, 22, 21, 20, 19, 18, 17, 16, 15.

Maldición, faltaba demasiado poco, mis pulsaciones aumentaban.

14, 13, 12, 11, 10…

Estaba pálido asustado, temblaba de pánico.

En mi cabeza una vorágine de imágenes se repetían, bombas, gritos, pánico, guerras, un hongo atómico, hambre, destrucción.

9, 8, 7, 6, 5…

La luz se cortó, no lograba distinguir nada, miré por la ventana y noté que existía un corte generalizado, nada se veía. En el horizonte observé refucilos. El pánico me invadió, era la guerra, las bombas tenían que ser el disparo de algún cañón de esos modernos que destruye todo.

Corrí al interior de mi departamento, alejándome lo más posible de la ventana, entré en mi habitación y cerré tras mis pasos la puerta a fin de evitar que la radiación de la bomba me contaminara.

Sentí cómo la gente corría por los pasillos del edificio, la gente huía o ¿eran las tropas enemigas que nos estaban invadiendo?.

Me escondí en el placard, no me dejaría vencer, encontré algo de comida en los bolsillos de mi campera. Con eso podría sobrevivir un par de días. Pensé en llamar a mi madre y avisarle de la situación, pero tuve temor de que al hacer la llamada los invasores detectaran mi ubicación.

Traté de levantarme dentro del pequeño espacio en que me encontraba. De pronto sentí un golpe fuerte en mi cabeza.

Me sentí mareado, traté de girar y ver quien me había golpeado, pero las puertas del placard se abrieron y caí de bruces fuera de él.

Perdí el conocimiento cuando mi cabeza se azotó contra el suelo.

Había amanecido, pase indudablemente muchas horas tirado en el suelo. Me levanté lentamente y comencé a recordar lo que había pasado, la bomba, las corridas, la invasión.

Abrí la puerta de mi habitación, todo seguía en orden.

Prendí la televisión y hablaban en el noticiero de un gran apagón de veinticuatro horas.

Me dolía la cabeza, un gran chichón coronaba mi cráneo y comprendí que había pasado un día inconsciente, era 22 de diciembre y el mundo seguía igual, caótico, individualista, pero igual que siempre.

STALINGRADO 1942

En esta zona el frío simplemente es despiadado. Los Camaradas del Ejercito Rojo luchan contra las inclemencias del clima con pequeñas fogatas y con esperanza, la nieve se funde con el suelo y todo es una mezcla de blanco sucio.

Hoy parece ser un día tranquilo, las balas suenan a lo lejos, pero no todos los días es así. En esta gloriosa ciudad de Stalingrado, el Ejercito Rojo le muestra al mundo su valentía al defenderse del Fascista invasor.

Más allá de una hilera de edificios derrumbados se encuentran los enemigos del pueblo soviético. Los nazis, tratan de defenderse de los incesantes ataques de nuestros camaradas pero su mayor temor es la muerte silenciosa.

Cuando menos lo esperan los alemanes caen muertos por los certeros tiros de un soviético que ha dado su rifle para honrar al camarada Stalin y su corazón para defender al pueblo ruso. Este gran camarada es Vasili Záitzev

Pero la guerra es dura, bien lo sabe el soldado Záitzev que se enfrenta a los soldados nazis con su rifle y con su paciencia. Pasa horas esperando al enemigo y cuando se presenta la oportunidad, el camarada Vasili dispara de manera certera sobre el enemigo.

En esas horas él, medita en su niñez en los Urales, cuando cazaba con su abuelo. Durante ese tiempo en que cualquiera podría caer en la locura, el piensa en el mayor bienestar de nuestro pueblo.

Bajo las órdenes de nuestro Gran Camarada Stalin que dirige la lucha desde Moscú, cientos de miles de soviéticos dejan su sangre en el suelo frío de Stalingrado para defender a sus familias.

La peor parte se la llevan los nazis, que desconociendo las inclemencias del invierno soviético, se lanzaron en una conquista que les está costando demasiado, son cientos los soldados alemanes que mueren de frío y cientos más los que mueren por las balas soviéticas que defienden las tierras del Camarada Lenin.

Muchos soldados, como Záitzev, no buscan la gloria personal, sino buscan la gloria de un pueblo orgulloso que se defiende.

Por eso Camaradas, ni un paso atrás, es momento de seguir acá en el frente de batalla expulsando al invasor.

Por estos soldados, por cada uno de los soviéticos caídos, convocamos a participar, en las fábricas, en los soviets, en cada uno de los rincones de organización de la revolución para defender las conquistas del pueblo.

Desde el frente de batalla y viendo cada día las glorias del Ejercito Rojo

Pavel Medvedev, periodista ruso en Stalingrado.

EXPERIMENTADO

Era una tarde gris de esas de otoño, me sentía extrañamente observado mientras caminaba por un bosque cercano a mi casa. Esta sensación aumentaba, algo raro ocurría. De pronto un sonido metálico terminó por alertarme. Inmediatamente me di la vuelta para observar que era el origen de ese ruido. Cuál fue mi sorpresa al encontrar frente a mí un ser inverosímil.

Era un ser irreal, nada de lo que yo conocía podía describir a ese extraño ente. Tenía una forma que recordaba a un artrópodo y, como ellos, poseía seis miembros, cuatro de éstos eran utilizados a manera de tracción, como patas. Sus dos extremidades anteriores estaban liberadas en forma de brazos. Las manos estaban formadas por tres dígitos. Su estatura era mayor a la de un ser humano, tendría algo así como tres metros de altura. A pesar de lo grande su contextura denotaba fragilidad. La piel era de un color cetrino y parecía estar formada por escamas, que recordaban a la epidermis de una víbora. En su cabeza resaltaban dos grandes ojos compuestos, como los de una mosca, con cientos de pequeños lentes que brillaban y parpadeaban con membranas que se deslizaban de atrás hacia adelante a modo de párpados. Contrastando con sus grandes ojos, estaba su boca minúscula y sin labios. No poseía nariz, ni siquiera algo que pareciera un par de narinas. Tampoco existía nada en su cabeza que recordara oídos. Sí tenía sobre su frente una especie de disco membranoso, que no se parecía en nada a la textura de la piel que lo rodeaba. De alguna manera ese disco tenía la capacidad de captar el sonido. En la parte posterior del cráneo existían unas rendijas similares a branquias, que emitían un zumbido, de las cuales no puedo explicar su función. Su torso estaba conformado por grandes placas parecidas a escudos, que recubrían su abdomen y extensiones de lo que parecían unas costillas, de donde surgían espinas, que más que funciones defensivas parecían ser netamente ornamentarías. En lo que concierne al resto del cuerpo se observaba una línea media sobre el dorso donde se veían una gran cadena de protuberancias, como un crecimiento exagerado de sus vértebras, si es que realmente las tuviera.

Él me observaba y movía su cuello de un costado al otro, girando su cabeza como tratando de mirarme como intentado comprender.

- Vengo de muy lejos a estudiar a los habitantes de tercer planeta de este sistema- me dijo con una voz gutural el extraño ser artropoide – Soy eso que ustedes denominarían un extraterrestre.

Aterrado y presa del pánico sin mediar palabras intenté escapar. Mientras corría un zumbido estridente surcó el aire y me hizo tapar mis oídos, por la intensidad y la fuerza del sonido. De pronto, el dolor era tan intenso que me hizo perder el conocimiento. Al despertar no me encontraba más en el bosque, si no en una habitación metalizada, que recordaba a una especie de laboratorio. Brillaban instrumentos con puntas, filos y pequeños engranajes que giraban. Yo me encontraba suspendido en el aire, como contenido por un campo de fuerza. El ser que antes estaba en el bosque se encontraba frente a mí. Tomaba de manera diestra los instrumentos y contemplaba pantallas dónde aparecían símbolos extraños.

Un instrumento se instaló frente a mi rostro y de él salió un objeto punzante que se acercó a mi ojo. Casi con la forma de una aguja se apoyó sobre la superficie de mi globo ocular y comenzó a presionar hasta lograr atravesar mi córnea. Tal fue el terror y dolor que perdí el conocimiento. La inconsciencia permitió que no sintiera las atrocidades que este ser hizo con mi cuerpo que finalizaron en mi muerte.

UN MUERTO ENCIERRAS

Hundió su mano en el tarro de pintura. Con cuidado de no salpicar, empezó a dar la segunda mano a la habitación. Ya casi no se notaba el color celeste original. Extrañamente cada brochazo que daba a la pared se volvía una especie de alfiler clavado en alguna profunda parte de su alma. Todo en la habitación estaba tapado con sábanas viejas, para evitar que se mancharan los muebles.

- ¿Por qué haces esto? – dijo esa chica de mirada triste – ¿Por qué la pintas?. Es su habitación. No debes pintarla.

La miró de manera piadosa, casi como si fuera una locura lo que le planteaba – Porque tenemos derecho a dejar pasar el tiempo – sentenció.

Ella selló su cuerpo contra las paredes recién pintadas, como buscando una forma de eternizar su presencia.

- Estás estropeando la pintura – dijo él sin moverse. Sostenía aún la brocha en su mano. Su cuerpo frío sudaba oscuros recuerdos. De pronto sintió que una vorágine de sentimientos estallaba en su memoria. Las lágrimas caían por sus ojos.

Finalmente tomó la determinación de acercarse a ella.

- Sé que es difícil, pero tenemos que hacerlo... - dijo mientras buscaba su mirada

- Pero no quiero olvidar – le dijo ella mientras clavaba sus ojos llorosos como dagas en la mirada del joven.

- Si no terminamos con esto se convertirá en un fantasma en nuestra vida – le dijo él secando sus lágrimas.

- ¿Algún día sabrás disculparme? – dijo ella cuando definitivamente rompió en un sonoro llanto.

- Hubiera dado cualquier cosa por que todo fuera diferente – concluyó, mientras la encerraba en un abrazo.

- Nada será nunca lo mismo, su ausencia está terminando de dinamitar todo aquello que parecía estable – suspiró ella en el pecho de él.

- Soñé con pasearte a veces por las calles y correr gustoso a tu lado mientras dabas tus primeros pasos – Recordó él en voz alta, y ya sin hablarle a ella comenzó a dialogar con un ausente –Salir a caminar y llevarte a ver los hermosos árboles escondidos en sus entrañables asuntos de raíces. Contigo, hoy el mundo sería tan diferente… -

- Basta de hablar así, te estás convirtiendo en su fantasma, deja, deja que esto tiene que terminar – le dijo ella, como tratando de rescatarlo de un recuerdo que lo llevaba inexorablemente a una tristeza tan cercana.

La vida continuaba así durante ya varios meses, cada gesto, cada camino en lo que parecía una vida cotidiana los llevaba de inequívoca manera al mismo rincón, hacía ya dos meses había fallecido su primer hijo.

Ellos se castigaban mutuamente sin decírselo, sentían haberle fallado a lo más suyo que pudo haber existido.

El volvió hacia el tarro de pintura, con su cabeza baja y lloró. Ella lo siguió con una mirada opaca, sin luz, pensando en que él encerraba un muerto en su alma.

jueves, noviembre 25, 2010

VIOLACIÓN


La había observado hace un rato, la miraba desde atrás de un árbol y se relamía, un pequeño gato se enroscaba entre sus piernas. La chica venía desprevenida escuchando su mp3 y no había notado que la observaban.

Todo pasó rápidamente, él abandonó su escondite y ella ahogó un grito al sentir que alguien se le abalanzaba.

El gato se acomodó entre las raíces de un árbol y se dedicó a observar la escena.

Él la arrastró a un costado dónde las sombras cegaban la visión del transeúnte. De manera tosca comenzó a toquetearla por sobre la ropa, amasijo con fuerza los abundantes pechos de la chica y con la otra mano le tapaba la boca. Ella trataba de gritar, de morder, sus lágrimas corrían a borbotones por su rostro.

La besó y la lamió de manera abundante y asquerosa, su saliva quedaba en el cuello de la joven. Comenzó a arrancarle la ropa, los pechos de la chica quedaron bamboleándose en el aire. Ella sollozaba y el comenzó a bajarse los pantalones.

Le puso su miembro en la cara y la obligo a lamerlo, le gritó un par de veces y la amenazó con golpearla si intentaba algo contra él.

El gato ronroneaba y se lamía mientras a su costado el hombre daba gemidos de placer.

El hombre acabó en la boca de la chica, sonrió plácidamente y se fue entre las sombras, la joven quedó en el suelo, aferrándose a sus piernas y tratando de hacerse invisible. El gato se acercó a ella, le ronroneó y se frotó contra sus brazos. Ella lo abrazó mientras lloraba.

domingo, noviembre 07, 2010

CONTEMPLACIÓN

Todos los días a las seis de la tarde ella entraba en la casa, casi siempre llegaba exhausta, con muchos cuadernos y papeles entre sus manos que abandonaba sobre una mesa de madera que adornaba el comedor. Se descalzaba inmediatamente después de cerrar la puerta. Yo la veía a lo lejos, anonadado. Ella me observaba dulcemente a través del vidrio que nos separaba.

Después iba hasta el baño, se escuchaba como empezaba a correr el agua y una nube de vapor llenaba el comedor, los cristales se empañaban y mi visión se volvía aún más limitada que de costumbre.

Al rato ella reaparecía entre el vapor envuelta en una gran toalla. Y se podía observar cómo el agua bajaba por su piel y se perdía justo en ese tatuaje que cerraba lo que era su espalda. Algunas veces se acercaba para que yo pudiera observarla mejor, sonreía al verme y volvía sobre sus pasos para ir hasta su habitación y se desnudaba. Nunca logré ver nada, me dedique siempre a desvestirla en mis sueños.

Existían días en que la encontraba terriblemente solitaria, ella se pasaba horas junto a mi cristal y nos observábamos, yo extasiado por su cercanía y ella con una mirada llena de melancolía suspiraba como añorando tiempos pasados o futuros indudablemente lejanos.

Algunas noches venía un hombre que la besaba con pasión, se abrazaban y él se extraviaba en su cuello, la levantaba de la cintura, depositándola en la mesa y comenzaba a acariciarla por sobre la ropa, ella lo atrapaba con sus piernas y mientras él empezaba a desabrochar su ropa y besarla, ella abría su boca como si fuera un pez fuera del agua, pero antes de que él dejara su piel totalmente al descubierto delante de mis ojos, ella, no sé si por pudor o simplemente por dejarme con esas ganas terribles de observarla en su completa belleza, le incitaba ir a la habitación.

Ahí, yo atrapado escuchaba una vorágine de gemidos y risas, mi cabeza parecía estallar, simplemente me era imposible imaginar que esa mujer estuviera a metros de mí y que yo me encontrara al mismo tiempo demasiado alejado de ella.

Siempre supe que ella era fiel a mí, no importaba que pasara ni quien se acostara en su lecho ella todas las noches antes de acostarse venía nuevamente ante mis ojos, se ponía sobre mí y yo la miraba absorto, jugaba con su dedo y lo movía de un lado a otro, subiendo y bajando, yo seguía sus manos como algo divino. Después tomaba un frasquito y sacaba de su interior eso que yo tanto deseaba, los espolvoreaba sobre la superficie del agua y yo nadaba extasiado por un poco de alimento.