domingo, noviembre 07, 2010

CONTEMPLACIÓN

Todos los días a las seis de la tarde ella entraba en la casa, casi siempre llegaba exhausta, con muchos cuadernos y papeles entre sus manos que abandonaba sobre una mesa de madera que adornaba el comedor. Se descalzaba inmediatamente después de cerrar la puerta. Yo la veía a lo lejos, anonadado. Ella me observaba dulcemente a través del vidrio que nos separaba.

Después iba hasta el baño, se escuchaba como empezaba a correr el agua y una nube de vapor llenaba el comedor, los cristales se empañaban y mi visión se volvía aún más limitada que de costumbre.

Al rato ella reaparecía entre el vapor envuelta en una gran toalla. Y se podía observar cómo el agua bajaba por su piel y se perdía justo en ese tatuaje que cerraba lo que era su espalda. Algunas veces se acercaba para que yo pudiera observarla mejor, sonreía al verme y volvía sobre sus pasos para ir hasta su habitación y se desnudaba. Nunca logré ver nada, me dedique siempre a desvestirla en mis sueños.

Existían días en que la encontraba terriblemente solitaria, ella se pasaba horas junto a mi cristal y nos observábamos, yo extasiado por su cercanía y ella con una mirada llena de melancolía suspiraba como añorando tiempos pasados o futuros indudablemente lejanos.

Algunas noches venía un hombre que la besaba con pasión, se abrazaban y él se extraviaba en su cuello, la levantaba de la cintura, depositándola en la mesa y comenzaba a acariciarla por sobre la ropa, ella lo atrapaba con sus piernas y mientras él empezaba a desabrochar su ropa y besarla, ella abría su boca como si fuera un pez fuera del agua, pero antes de que él dejara su piel totalmente al descubierto delante de mis ojos, ella, no sé si por pudor o simplemente por dejarme con esas ganas terribles de observarla en su completa belleza, le incitaba ir a la habitación.

Ahí, yo atrapado escuchaba una vorágine de gemidos y risas, mi cabeza parecía estallar, simplemente me era imposible imaginar que esa mujer estuviera a metros de mí y que yo me encontrara al mismo tiempo demasiado alejado de ella.

Siempre supe que ella era fiel a mí, no importaba que pasara ni quien se acostara en su lecho ella todas las noches antes de acostarse venía nuevamente ante mis ojos, se ponía sobre mí y yo la miraba absorto, jugaba con su dedo y lo movía de un lado a otro, subiendo y bajando, yo seguía sus manos como algo divino. Después tomaba un frasquito y sacaba de su interior eso que yo tanto deseaba, los espolvoreaba sobre la superficie del agua y yo nadaba extasiado por un poco de alimento.

No hay comentarios.: