lunes, febrero 28, 2011


Supongamos que lo días son eternos y que el tiempo no existe.
Jugaría a encerrarme en tu piel oliva que se talla en contención de esos ojitos de color a tierra húmeda.
Enredarme en la madeja de tus cabellos, buscar esa sonrisa que brilla al sol como un girasol matutino.
Te contemplo y busco descifrar esa mirada tierna, que añora ser fuerte, juega a ser suficiente y llora por un contenedor abrazo.
A tí por esa contradicción constante.
A tí por tu fortaleza que esconde ternura.
En esa convicción que oculta inseguridad.
Y al final de todo eso, mi mano que busca dibujarte en la almohada.